Tu serás el Milagro

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"Hay dos maneras de vivir la vida: una como si nada es un milagro, la otra como si todo es un milagro" (Albert Einstein)

viernes, 11 de febrero de 2011

Soberanía


Estaba acabada, en la cabeza solo se reproducían, de manera automática, esos discursos que escuchaba: en el trabajo, en la calle, la panadería, el almacén. Esas peroratas de derecha e izquierda, buenos y malos, críticos y revolucionarios. La idea se apoderaba de la existencia. La mente había logrado rehusarse pero el rencor empezaba a ganar la batalla. Las autodefensas lucharon por instinto, se oponían a la monarquía conceptual.
Estaba prohibido hablar, cantar, gritar. Estaba prohibido elegir una manera de pensar. Había que acatar las decisiones generales para ‘no pagar el pato’.
Así estamos, imposibilitados de pensar, de dialogar, de tomar decisiones por nuestra cuenta. Sólo nos dan dos opciones: la guerra o la ausencia.
Si elegimos la primera nos exponemos a una batalla despiadada, cruel, violenta, inhumana… ahí somos ‘carne de cañón’ pero el odio puede más. No razonamos, la realidad sólo es un círculo cerrado en el que unos son los buenos y los otros malos. En ellos la inyección es letal y a la vez fundamental, penetra tan profunda y silenciosamente que se instala allí por años, siglos.
Eso sí cada extremo siempre es optimista consigo mismo, piensan lo mejor de sí y se catalogan como la ‘suma raza humana’, superior a todos, dotados de hermosura, magistrales, inigualables; menester adorar.
¡Nada de sentimentalismo pero aceptamos el fanatismo! -rezan los cánticos y la publicidad subliminal- ¡nada objetivo sólo desequilibrado y unilateral!, ¡lo sucio e imperfecto debe terminarse!… todos dicen si… excusa suficiente para justificar la muerte intelectual, física y espiritual.
La ausencia, en cambio, es la nada misma. Es vivir en un desierto de cemento y materia; no hay amigos ni enemigos, ni silencios ni bullicios. Nadie piensa ni se expresa, ni mira ni anhela ni sueña. Somos especies inanimadas transitando en espacios que no disfrutamos. El miedo, sólo el miedo es nuestro aliado.
Sin embargo en los suburbios, en la oscuridad absoluta donde nadie ve, ni oye, ni dice, ni distingue; allí alguien escucha decir: ‘si digo es porque digo si no digo es porque no, si hago está mal, si no lo hago es fatal. No se ponen de acuerdo ni nos dan opción de elegir algo nuevo, intermedio. Son ellos o son ellos, no hay más alternativas, no hay candidatos, no hay votaciones ni elecciones. Estamos cansados pero tenemos miedo de reaccionar’.
Así es nuestra realidad, basada y sustentada en el miedo. Miedo a reír, a llorar, a hablar, a callarse. Miedo a reclamar, a hacer valer los derechos, a cumplir las obligaciones, a vivir, a sentir, a respirar.
Todo pasa por una idea, ella es el comienzo de todo este caos, de esta guerra. Una idea que floreció y se alimentó de lo que estaba alrededor, una idea que despertó sensaciones encontradas y desiguales. Ideas que se agruparon y dividieron, se enemistaron, se aborrecieron. Sin embargo comparten el mismo lema ‘siempre tengo la razón y aunque me equivoque soy el mejor’
Así la idea creció en dos macetas diferentes, copó actitudes, discursos, posiciones, medios, estados, realidades. Se popularizó y limitó opciones. Se hizo suprema, soberana, dominante. Se adueñó del espacio erudito y le puso contraseña: ‘hay que agachar la cabeza y obedecer’. Ahora pretende imponerla en la mía y sentenciar a esta mente para que su máxima acompañe mi tumba, como eslogan de eternidad, emblema nacional, marca registrada.
Cada día la sujeción come más el mercado y los pensamientos. Te atrapa, te esclaviza, te oprime y somete a una sola decisión: si no estás conmigo, sos un traidor. Consecuencias nefastas, altos costos, resultados catastróficos en algo donde no se gana ni se pierde ni beneficia en nada.
En medio de la batalla, entre la bipolaridad que arremetía mi cabeza y la apatía de la enseñanza táctica milenaria se desplegó una promesa: “No tengas miedo a nadie porque todo lo que está escondido se descubrirá y todo lo que se mantenga en secreto llegará a conocerse. No tengas miedo de la gente que puede destruir el cuerpo porque no puede destruir la vida que está en ustedes”
El mensaje fluyó como un río en mi materia gris, la lucidez sujetó su riqueza y mantuvo su confianza. La certidumbre ganó espacio, la convicción dominio. La mente habló consigo misma de que su libertad era su libertad y nadie la podía manipular.
Rompió el hechizo, la alucinación. Exorcizó los conceptos y los ideales, invocó al rey de las frases hechas y le dio un nuevo recorrido en la base de las certezas.
Brotó luz que emancipó las significaciones, las higienizó, las hackeó, las depuró, purificó. Le quitó la ‘roña’, la ‘cochinada’ y la colocó en la pomposa galería de doctrinas y teorías, allí, sosteniendo un bloque de hojalata, el tornasol hilvanó las letras de una norma.
“No tengas miedo a nadie porque todo lo que está escondido se descubrirá y todo lo que se mantenga en secreto llegará a conocerse. No tengas miedo de la gente que puede destruir el cuerpo porque no puede destruir la vida que está en ustedes”.
La libertad fue soberana.

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